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  • Laura Palomino

EMPECEMOS POR EL PRINCIPIO

Actualizado: 4 feb 2019


Como somos muy aplicados, vamos a empezar por el elemento más importante de la audiología y, sin el cual, nada de todo esto existiría: el sonido.


Por definición, un sonido es un fenómeno físico que se produce cuando una onda mecánica se desplaza longitudinalmente por un medio líquido, sólido o, lo que ocurre más habitualmente, cuando se desplaza por el aire. Al desplazarse provoca una onda que tiene una serie de "compresiones" y "enrarecimientos" (compresiones y expansiones, vamos) que varían según el medio y que le confieren a la onda casi todas las características que la van a hacer diferente de otras ondas (el por qué suena distinto la voz de tu amiga cuando te llama un día por la calle y cuando te llama y estáis las dos debajo del agua, en la piscina)


Pero.... ¿son todas estas ondas verdaderamente audibles? Pues no. El ser humano sólo es capaz de oír aquellas ondas cuya frecuencia esté comprendida entre 20 y 20000 Hz (aunque ya veremos más adelante que esto se cumple poco). Ondas con frecuencias más altas de 20000 Hz son las llamadas ultrasonidos (no son audibles pero muy higiénicas ;)) y ondas por debajo de 20 Hz son llamadas infrasonidos (tampoco son audibles, gracias a Dios)


Además, un sonido siempre está determinado por 3 características básicas:

  • Intensidad o sonoridad (si suena más fuerte o más "flojito")

  • Tono o altura (ya sabéis: grave o agudo)

  • Timbre (es lo que nos permite diferenciar 2 sonidos que tienen igual tono e intensidad pero aún así se han emitido de dos fuentes diferentes. Por ejemplo: la misma nota musical tocada en un piano o en una trompeta)

En los siguientes post iremos adentrándonos un poco más en estas características.


¡Hasta otra!

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